Cuando entramos en el mundo del caballo, lo que yo he descubierto con mayor sentido que se puede llamar “entrar en la Comunidad del Caballo”. En primera instancia es descubrir que es difícil explicar la profunda alquimia, el poderoso efecto que tienen los caballos como motivadores de nuestra curiosidad y deseo natural de aprender. Descubrir que la motivación es una actitud que se cultiva y se descubre y redescubre, es uno de los grandes aprendizajes que nos trae el estar y caminar junto a los caballos.
Cuando se gestó la idea de Aprendiendo con Caballos, uno de los mayores hallazgos fue poder darme cuenta y darnos cuenta como grupo de que estar con caballos abría nuestra mente y sobre todo nuestros corazones. Mente abierta y corazón abierto hacia una actitud más fresca y de mirada inocente y de intenso interés. Por ejemplo, preguntas ligadas a lo espiritual, en principio ligadas a momentos existenciales críticos o especiales se fueron dando de manera singular. Entonces pensamientos limitantes y fuertemente arraigados en cada uno de nosotros empezaron a dar lugar a emociones igualmente profundas y conmovedoras y existencialmente transformadoras. Esto incluye reconocer la propia sombra, partiendo de aquello que se desprende de nosotros mismos como proyectado pero que es nuestro, difícil de reconocer.
Si el mundo es aquello que pensamos, aquello que ideamos, gracias a los caballos es también aquel lugar propio que se abre para ser moldeado y compartido con los demás y surge así el espíritu de compartir y cocrear junto con los demás. Estar con caballos, en el sentido de compartir una experiencia, un espacio e intentar entender su peculiaridad, sus mensajes sin palabras, implica un cambio paulatino, un propósito y una intención, de mirar a través de otros ojos, una manera distinta de observar y un desarrollo de la conciencia que puede elevarse a través de las vivencias que experimentamos al unir nuestras vidas, y descentrarnos ampliando nuestra mirada uniendo razón e intuición.
Un camino compartido junto a los caballos, es un camino lleno de ritmos y cadencias; es un camino recorrido al paso, al trote y también al lanzado y libre galope. Es sumar fuerza, pasión, vitalidad y libertad. Y empezar a comprender que la vida no es una competencia a todo o nada, sino un viaje a veces solitario y las más en compañía. Si logramos crecer y avanzar por esfuerzo propio, los caballos nos enseñan que podemos crecer y avanzar de formas increíbles e inesperadas acompañados…
Sin dudas que hay muchas experiencias que nos elevan como seres humanos, pero la comunión con el caballo y es más, el ingresar en su mundo plagado de magia, de fina percepción, de energía pura y sutil, llevándonos a fluir en total armonía y concordancia con nosotros mismos y con el ritmo de la vida. Vivir sabiendo que cada día es un presente y aprender a agradecer cada día…Gracias a los caballos, experiencias únicas!!!
Relinchos y hasta la próxima,
Marcela Aldazábal